A pesar de que mi reloj psico-biológico no percibe demasiado cambio al respecto... Un año más, se acaba el calendario.
Algún sueño que otro se ha cumplido, alguna ilusión nueva se ha empezado a gestar. Nuevas vidas llegaron y otras, lamentablemente se fueron. Algunos lazos se reforzaron, otros se fueron desligando. Tantas cosas sin darme apenas cuenta...
Muchas emociones repartidas en doce meses, trecientos sesenta y cinco días. Parece que el tiempo pasa ahora más rápido que hace unos años atrás. Pero también es cierto que, aunque ahora el trabajo parece más lento, resulta más concienzudo y fructífero. La edad importa y la madurez no es algo que viene de la noche a la mañana.
Prometo seguir creciendo y madurando, no dejar nunca de insistir en el trabajo bien hecho por largo y laborioso que se avecine. Prometo no dejar de creer en mí. Es más, prometo creer más en mí como persona, además de como artista. Prometo sonreír más a menudo y ser fiel a mis principios a todos los niveles. Pero prometo, por encima de todo, no dejar nunca de estar agradecida a la vida por permitirme disfrutar de todo lo bueno que me brinda, que no es poco.
